Práctica 2. La canción de los lunes: un silencio a voces

En el año 2023 la cantante y compositora almeriense Vera GRV saca a la luz su sencillo “Pobre niña”, producido por Chus Santana. La melodía del bolero nos acerca a la historia de una joven que vive presa de su entorno y del maltrato al que le somete su pareja. 


Hablaremos de la violencia que sufren las mujeres por ser mujeres y del silencio como puntos en común que conectan la canción de Vera con el poema “Impunidad” de Gioconda Belli. Un sufrimiento quieto que reconocemos en la composición pictórica de Frida Kahlo, “La columna rota”. Tres obras creadas por tres mujeres que generan una incomodidad, desde mi punto de vista, necesaria. Lo incómodo acciona algo en nosotras y nosotros, nos estremece y llega hasta la raíz de la emoción que el arte evoca. 


“Pobre niña”, Vera GRV


Ella sale tranquila

Con el alma enjaulada en la casa

Se pasa los días en la plaza

Ve cómo se maneja la grasa

Él vendía pastillas

Y al llegar le regalaba flores

Para que ella no lo sospechara

Era un hombre sin ley, sin cojones

Se enamora de un pobre

Que la lleva por los callejones

Porque allí no se escuchan las voces

Ni la rabia de él, ni los golpes

Se enamora de un pobre

Que le compraba bolsos de Prada

Cada vez que le cruza la cara

Para que ella de nuevo perdone

Ay, pobre niña

La mala vida se la llevó

La mala vida se la llevó

Ay, pobre niña

La mala vida se la llevó

La mala vida se la llevó

Cayó la primavera

Pero ni siquiera puede verla

Hace tiempo no saben de ella

Ese miedo le ha dejado huella

Y es que ni a la ventana

Se asoma para que no la vean

Tiene los ojos tan apagados

Una mirada que tanto anhela

Se enamora de un pobre

Que la lleva por los callejones

Donde allí no se escuchan las voces

Ni la rabia de él, ni los golpes

Se enamora de un pobre

Que le compraba bolsos de Prada

Cada vez que le cruza la cara

Para que ella de nuevo perdone

Ay, pobre niña

La mala vida se la llevó

La mala vida se la llevó

Ay, pobre niña

La mala vida se la llevó

La mala vida se la llevo

Ella sale tranquila

Con el alma enjaulada en la casa

Se pasa los días en la plaza

Ve cómo se maneja la grasa

Él vendía pastillas

Y al llegar le regalaba flores

Para que ella no lo sospechara

Era un hombre sin ley, sin cojones



En esta narrativa, Vera nos habla de un hombre pobre y de una “pobre niña”. Basándome en algunas referencias de la canción como que él trafica con droga, que la lleva a callejones y que el perdón después del abuso va de la mano de bolsos de marca que producen impresión en ella, probablemente porque se trata de un producto que le es inaccesible. Sin embargo, no parece que se les asigne el adjetivo "pobre" por el motivo señalado. Él es definido como hombre pobre porque violenta verbal y físicamente a su pareja. Ella es pobre porque es víctima de maltrato por motivos de género. 


La joven artista retrata a una mujer anulada por la situación de maltrato que está viviendo. En ella se materializa el silencio de la violencia. Esta “pobre niña” no deja ver sus moratones, se esconde detrás de las paredes de su casa, que es su prisión, hasta apagarse. Todo ello, acompañado del ritmo lento y tranquilizador del bolero que perfila la imagen de una niña quita, más bien paralizada, con la cara llena de lágrimas, pero que no alza la voz. No escuchamos un grito arrollador. Nos estremece el silencio. Además, la melodía nos guía hasta un estribillo en el que, al menos desde mi interpretación, las vecinas del barrio lamentan el hecho de que “la mala vida se la llevó”. 


Os invito a hacer el ejercicio de escuchar esta canción contemplando a la Frida de “La columna rota”, sin duda ha sido una experiencia reveladora.



El auténtico motivo que se esconde tras la creación del cuadro es que, con tan solo 18 años, la artista mexicana sufrió un accidente de autobús. Su columna, su pelvis, su pierna derecha, sus clavículas y dos de sus costillas fueron fracturadas. Las operaciones quirúrgicas fueron constantes. El rostro de Frida, lleno de lágrimas, pero inmóvil al mismo tiempo, es el de una mujer que se ha acostumbrado al dolor constante y lo soporta con resignación y estoicismo. Además, lleva un corsé de metal que mantiene su posición recta. El dolor, que también se refleja a través de los clavos incrustados en su cuerpo y la columna jónica que la atraviesa, es tan hondo que ya no hay vida en ella, del mismo modo que no la hay en el desierto que actúa de telón de fondo, ni la hay en la “pobre niña” (“Tiene los ojos tan apagados / una mirada que tanto anhela) (Ella sale tranquila con el alma enjaulada en la casa). 


Caen sin ruido las hojas de los árboles,

su verdor, su vida se extingue

sin que el bosque aminore el bullicio

de su desbordada, violenta vitalidad.

Entre las ramas, los pájaros soñolientos

si acaso percibirán el suave descenso

melancólico,

el fulgor de las quebradas nervaduras

aleteando.

Así en las humeantes ciudades

un Lunes, Martes o Jueves

un par de zapatos salpicado de sangre

queda abandonado en el pavimento.

Desde las gradas de la escuela

el niño vuelve el rostro y recuerda el

gesto perdido del padre.

En casa el perro a las cinco de la tarde

yace al lado de la puerta que su dueña

jamás abrirá.

En el armario los vestidos de colores languidecen

víctimas de la doliente cobardía del esposo.

La noche encuentra la cama vacía

y se acomoda en el muelle declive

que antes ocuparan el soñador y su sueño.

Un Lunes, Martes o Jueves,

Las palas abren huecos en los cementerios

la tierra recibe a destiempo

la voz, el perfil, la pluma

del sentenciado.

En la espesura de la ciudad

desaparece el arma del crimen

tras el silencio a voces

de los confabulados.

Caen sin ruido las hojas de los árboles.

Así descienden los asesinados a sus tumbas.

¿Despertarán los pájaros?


La escritora nicaragüense denuncia la exención de castigo antes los feminicidios. Desde 2003 hasta hoy son 1.298 las mujeres que han sido asesinadas a manos de un hombre, por motivos, cabe recalcar, de género. También es necesario acentuar el hecho de que hablamos de los casos registrados. No todos lo están. De nuevo, el silencio. La violencia hacia las mujeres siempre ha ido acompañada de años de silencio, de entornos que callan, de maltratadores que sí alzan su voz, del miedo paralizador y de un sistema que siempre ha respaldado el silencio. 

En el caso de "Impunidad" el fin de la vida sí ocurre en sentido literal. Belli relata cómo las muertas caen en sus tumbas sin hacer ningún ruido, del mismo modo que las hojas de los árboles se posan en el suelo al desprenderse de las ramas. Ante el silencio, que en el caso de esta pieza artística se materializa en una sociedad cómplice, la autora fantasea con el grito de todo aquel que observa, del señor juez, de las vecinas del barrio, de los amigos de él, de la que escucha golpes en el piso de al lado. Y, a propósito, yo fantaseo con la creación de unas redes de apoyo tan seguras que la voz de aquellas que han sido violentadas también se alce y, sobre todo, se escuche cada vez más. 



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